Pongamos que hablo de mí:
Hoy lo
necesito. Hoy necesito escribir, y lo haré sin más motivación que mi necesidad.
Es de estos días que llegas a casa y no soportas que te dirijan una palabra.
Estaré cansado supongo. No se…hay días en los que uno siente algo y no sabe muy
bien qué es.
Hace ya un
tiempo, una persona a la cual tengo gran cariño y que no mereció que la última
vez que nos vimos me despidiera con un diario “Nos vemos”, me recomendó que
comenzara a escribir un diario. Como siempre respondí lo mismo: “Me encantaría
pero no puedo”. Por la razón que sea, por más que busco sentirme libre
escribiendo, siempre hay algo que me hace no serlo. Será por motivos genéticos,
pero la presión me influye demasiado. Además, por aquel tiempo, sinceramente,
temía ver mi vida de frente, grabado en un papel. Al fin y al cabo, sentía algo
parecido a miedo.
Ha pasado
tiempo desde entonces, y aunque no sepa aún muy bien la razón de por qué dejé
aquello, lo cierto es que lo dejé. Tampoco sé si deseo volver algún día o no.
Hablaba de
hoy. Lo siento, pero cada día cuando vuelvo en bus y la oscuridad hace que no
puede ver por dónde voy, miro a la ventana y pienso. Pienso demasiado. Todo el
día. Creo que es más fallo que virtud esta otra manía de convertir el hecho de
pensar en mi actividad más utilizada. En mi vida todo está demasiado medido. No
me permito fallar, y esto es algo que sé que no es bueno. Cuántas veces me dijo
aquello de que yo mismo me maltrataba. Lo intento, intento de veras cambiar
estas cosas de mí, pero en esa misma psicosis de cambio, tengo miedo de cambiar
en demasía y terminar en el otro extremo.
Solo yo me
estoy enterando de esto. Hoy quizás sí estoy haciendo lo que me pidieron,
escribir. Escribir para soltar lo que en mi cabeza explota y mi boca se calla
siempre. Más de uno me ha dicho a veces, que por más que me conoce, más le sigo
pareciendo extraño.
A lo que
iba. Hoy he llegado a casa. Últimamente tengo la manía de aprovechar los ratos
a solas, aunque eso me haga despertarme más tarde y tener menos tiempo para mis
responsabilidades. Lo necesito. Necesito sentirme conmigo mismo, o quizás es al
contrario, sentirme sin mí.
Soy un
ilusionista. Siempre pienso que el futuro me depara lo mejor. Soy pesimista en
el diario, pero optimista en el futuro. Todo creo que pasa por algo. Y siempre
creo que la vida me debe una cosa buena. Seguramente esto no sirva más que para
calmar mí sed de positividad, pero al menos me calma.
No pasan las
cosas que quiero. Hay muchas cosas que me gustaría que fueran diferentes. Soy
tan ilusionista que me creo que vivo en un mundo aparte. Que pienso cosas que
nadie piensa. Y que me pasarán cosas que a nadie le pasará. Realmente, sé que
esto no es así. Quizás me pasen cosas increíbles, pero nada que no le haya
pasado antes a otra persona. Aunque puede parecerlo, e incluso a alguien se le
escapara alguna vez, no estoy loco.
Simplemente
escribo esto porque necesito decir algo, como siempre sin decir nada. Solo
soltar palabras. Poner el enunciado abstracto de la realidad que solo existe en
mi mente.
Amo todo, y
nada. Soy un poco así. El más frío en situaciones ardientes, y el más
pasional en los icebergs diarios. Tuve
momentos de creerme por encima del mundo, y otros de sentirme sin ni siquiera mundo.
He vivido momentos increíbles, de esos que te acercan a las definiciones de lo
que son los momentos increíbles. Soy un privilegiado, me lo repito todos los
días. Aprendí que lo era. Me queda mucho por aprender, muchas veces que tocar
los extremos por los que se mueve la vida. Pero si algo aprendí, es que si
quieres, todo puede ser bueno. Hace tiempo me propuse ser mejor cada despertar.
No se trata de ser mejor que los demás, sino de ser mejor que tú mismo.
Pasé
momentos malos, los paso, aunque pocos. Y de todos ellos casi que ya me obligo
a sacar un aprendizaje. De los buenos me cuesta más, estoy en ello. También me
dijeron que debía disfrutar las cosas buenas. Me dijeron que celebrara hasta lo
más mínimo que me produjese felicidad. Reconozco que me cuesta, pero que lo
intento.
No
pertenezco a esa parte de la población, cada vez más abundante, que presume de
las cosas malas que le pasan. Cuelgan en una red social todos sus males para
convertirse en mártires de nadie. Nadie en una red social hecha cuenta a nadie.
Lo que te pase a ti, a ti te pasa. En la vida ocurre algo parecido, aunque no
me permito caer en eso. No apoyo la individualidad. Tampoco soy de compartir
todo. Hay momentos conjuntos, pero hay momentos de soledad. La soledad no tiene
por qué ser mala. Hay momentos de soledad increíbles. Pero este mundo hace su
propio diccionario de los términos. Yo, como soy rarito, tengo mi propio
diccionario, o quizás no tenga ninguno.
Raro, sí, es
una de las palabras que más utilizan los demás para describirme en muchas
ocasiones. No me gusta, lo reconozco. No me hace sentir bien. Tampoco me crea
un trauma. Simplemente pienso, soy yo. ¿Por qué tengo que ser raro? La gente
llama raro a quién no hace las mismas cosas que los demás. Cada día tengo más
claro que estoy en el camino. Tengo muchas cosas que mejorar y cambiar, pero no
me avergüenzo de como soy. Si me llaman raro, pues perfecto, ellos serán muy guay.
No soy
personal fácil. Como dije antes, soy de todo y de nada. Tengo de casi todo, y
en la mayoría de momentos, no me muestro de casi nada. Soy muy maniático. No
entiendo a la gente, aunque pueda envidiar algunas de estas cosas, que va por
la vida sin pensar en las consecuencias de sus actos. Personas que no ven más
allá de sus fines. Me cuesta entender algunas cosas. Y me siguen sorprendiendo
otras.
Hoy me
cerebelo me está dictando lo que más me gusta, escribir sin pensar. Es lo que
busco con ello.
Hace no
mucho tiempo, me pasó algo que creo que en el fondo me gusta. En el autobús
comencé a hablar de convicciones propias. El tema era el amor. No escondo lo
que dije. Comencé diciendo que lo más maravilloso que hay en el mundo es la
mujer. Y que lo más importante de la vida es el amor. Por amor estoy
escribiendo ahora mismo. Por amor existe quién creó este ordenador. Es decir,
por amor existe la vida. Todo se mueve en torno a este sentimiento. Quiénes me
oían decir esto, creo que se estaban riendo de mí. Ellos no se daban cuenta de
que yo me estaba dando cuenta. Pero es que me daba igual. Me cuesta tanto
hablar de mis cosas, que cuando me pongo en ello, hablo con tanto gusto que me
daba igual que se rían de mí, como si escucharan a un loco.
Bueno, en
definitiva. Hay tantas cosas que pudiera decir. Lo sé, he escrito mucho y no he
dicho nada. Me sigo moviendo en esa disputa entre querer decirlo y no poder, o
no querer. En resumen, que sigo descubriendo a diario como soy y como quiero
ser. Y ese es mi fin, ser cada día cada momento lo que quiero ser. Además,
tengo la gran fortuna (gracias a la persona que pienso que hizo que me diera
cuenta) de que soy como quiero ser.