domingo, 30 de marzo de 2014

Volvió


Aquella semana se presentaba como todas las anteriores. El fin de semana había transcurrido como una vuelta a la niñez, cambiando el ron de noche por el batido de tarde. Ya atisbaba yo que no sería una semana más…

Yo, que había vivido siempre de cuentos medio inventados, de algún que otro beso robado, y de alguna que otra mirada…que seguramente no fue dirigida a mí. Vivía de amores cuasi inventados, de amores de tarde que morían en la noche, y que al día siguiente no eran nada. Me enamoraba de cualquiera que me aguantara la conversación más de un minuto. Siempre pensaba, iluso de mí, que resultaría encantador. Con el tiempo fui aprendiendo que la cuestión de que me riese hablando con una chica, no significaba que ella volvería a casa pregonando mi nombre en cada esquina, en algunos de sus profundos silencios.

Digo que me reía yo, porque conmigo se reían poco. Hasta yo mismo me daba cuenta de mi sobreactuación.

Siempre he sido tan ilusionista que pensaba que mi amor surgiría de un sostén de miradas en un autobús, o como en las películas, de agacharme a la vez que ella para recoger la carpeta. Era un ilusionista con ilusiones, lo único que realmente era, porque aunque lo intentara, era un soñador sin sueños, un enamorado sin amor, y un vividor sin vida.

Pero aquella semana…aquella semana fue más real que todo lo que me había pasado antes. Volví a trasnochar, escondiéndome por la casa para que nadie se enterase que por la noche, recorría sus pasillos un ladrón, que mediante las palabras, soñaba con robarle el corazón a su distanciado amor. Por la calle volví a creerme un truhán, bailaba en mi mente cualquier cosa, y pensaba que mis bufonadas, las entendería el mundo alzándome al pedestal de señor.

Esa semana volví a sentir cosas que hacía mucho tiempo, mucho, que no sentía. La risa se me disparaba sola, era como si las mariposas del estómago se estuvieran riendo de mí por lo que sentía, y me dibujaban una sonrisa tonta, para que todos rieran conmigo. No era una risa cualquiera, era una risa de ilusión, de esas que duran casi medio segundo, de esas que no hacen risa, pero de esas que te dan el bastón de mando del planeta.

Por la calle mi paso era otro, e incluso creo, que las calles eran otras. Soñaba el momento de volver a emborracharme de ella, de enclaustrarme en el manicomio en el que ella convertía mi vida. Yo que libraba una batalla a favor de la cordura, terminé cambiándome de bando para aceptar que me había vuelto loco por ella.

¿Cuánto durará esto? Ni idea, tampoco me importa mucho, o sí, no se…además…todavía ni ha empezado.


Aquella semana volví, y durante unos días sentí, lo que durante muchos días no había sentido. 

sábado, 15 de marzo de 2014

Prefirió darme su vida

Era el típico chico de cigarro a los catorce años. De sentarme siempre sobre el banco con los colegas. Era el que siempre rallaba las mesas, y el que siempre se olvidaba de hacer los deberes. Mis recreos duraban 7 horas, y para mí las clases no existían. Tenía mi sitio reservado en la última fila del aula, y mi romance con la calefacción en los meses de llover, era un secreto a voces.

Era el chico que se saltaba las normas no escritas de jugar al fútbol en la calle. El que al saltarse la tapia del colegio, marcaba el record Guinness de velocidad.

Siempre fui de jugar al azar con las chicas, de elegir una cada día, o de elegir un mismo día para varias. Sabía que era el deseo de todas, el elemento con el que presumían ante la gente. Yo era lo prohibido, y eso siempre atrajo a las personas.

Era la pasión de las chicas que marcaban su tiempo entre los catorce y los dieciséis años, y a la vez, fui siempre el causante de miedo de sus madres. Yo era el que llevaba manga corta en enero, y sudadera en agosto. Me ponía las gafas en navidad, y en verano también. Fui el de la bici hasta los quince, el de la moto hasta los dieciocho, y el primero en tener coche, que no significa el primero en tener carnet.
Pasaron los años, y nunca me faltó una chica al lado. Mi vida transcurría entre tallas treinta y ocho, y chaneles nº 5. La mejor chica del barrio, esa, siempre fue la mía.

A pesar de que no fui el ejemplo a seguir en la adolescencia, en el amor no fui tan gamberro. Me dediqué a dar mis noches a mis amores fugaces de cada garito. Mi cama era el recinto donde la puerta jamás se cerraba. Sobre mí treparon todos los deseos que cualquier chico pedía cada día. Pero esto no fue para siempre…Llegó ella.

Llegó la chica que dio vida a mi vida. Dejé de tener que darlo todo. Dejé de preguntar para hablar, a que todo me lo preguntara ella. Dejé de asignar chicas a mis noches, porque llegó la persona que me asignó para todos sus días. Dejé de vivir por segundos, porque ella me entregaba la vida en milésimas.

Ella no era la chica con la que yo iba a presumir por el barrio. Ella no usaba la talla treinta y ocho, y más que a Chanel nº 5…ella olía a mí. Ella era la chica que me dejaba mil llamadas perdidas por día. La chica que se moría por verme, por hablarme, por hacerme reír los días que me tocaba llorar. Ella me ofreció sus brazos cada vez que me caí. Ella más que mi chica, era mi compañera, mi amiga. No es que me quisiera…es que me dio tanta vida, que desde entonces supe que jamás iba a morir.

jueves, 13 de febrero de 2014

XIV-II-MMXIV

Ese Amor Domesticado...

Medio enrollado en los sueños de mi sábana, hoy es uno de esos días en los que sin haberme aún levantado, sé  que empezaré pisando con el pie izquierdo. Si te dijera que hoy es una fecha cualquiera…mentiría. Hoy es catorce de febrero, ese día donde sin saber por qué las personas tienen que amarse más. Hoy tomaré ese mal ejemplo y pienso echar a tierra mi armadura de dudas, para que mis sentimientos proclamen la libertad.

Esta carta que espero que sirva de llave para la cerradura de tu corazón, solo va a mentirte en la fecha. No se me ha ocurrido escribirte por el día que es, además no sería lo correcto, hoy es el día de los enamorados, y aquí el plural merece quedarse en singular. Dicen que hay amores rendidos que son felices así, pero lo cierto es que yo no pienso rendirme.
No voy a negarte que me encanten estas situaciones. Supongo que a como a todos, nos gusta la dificultad. Es lo que nos engancha. Y como si fuera la novela El amor en los tiempos del cólera, he pensado conquistarte por carta.

Soy muy tímido, lo siento, la vida a veces da golpes que hace a uno atrincherarse en la frontera donde la nada discurre sin disparos que alcancen el pecho de este soldado que combate la guerra por el triunfo de tu amor.

Pero déjame soñar, estoy aquí, y tú, en mi mente, sin saber que esto que digo tiene como meta tu destino. ¿Qué tengo que decirte? Pues que no eres la chica que un día pinté en una papel garabateado. Quizás por eso, estoy loco por ti sin saber aun realmente quien eres.
Te conozco lo mínimo para saber que jamás nos comeremos a besos en la oscuridad de la sala de un cine, donde los ojos cerrados tengan el destello de una película donde Hugh Grant se atropelle diciendo te quiero. Te conozco lo mínimo para saber que no pintarás las paredes de mi calle con mensajes románticos. Te conozco lo mínimo para saber que en tu diccionario, la palabra amor viene con acepciones diferentes.

Pero, te conozco lo mínimo para saber que has devuelto la ilusión a mi vida, que has hecho que como decía aquella canción…me muera por tener algo contigo. Has hecho sin saberlo, que vuelva a ponerme nervioso ante una chica, que esas mariposas que creí que habían volado para siempre, hayan vuelto al zoológico de mi estómago. Te conozco lo mínimo para saber que lo que me gusta de ti, es que no eres como pensaba que serías.

Eres tan increíble, que sin ser una romántica en peligro de extinción, has convertido esta historia en la más romántica historia que un día pude soñar.

Me gustas. Decir te quiero…aún me pilla un poco lejano. Me encanta la sonrisa que se dibuja en tu cara cuando estás a diez metros de mí. Me muero por pasarme horas contigo, solo hablando, volviendo a sentirme ese niño grande en el que me transformas.
Por ti invadiría los márgenes de tu diario para escribir en cada esquina mi nombre junto al tuyo. Por ti pasearía contigo de la mano por la calle de nombre “memoria”, por si un día acaba esta locura, volver a ella cada noche para recordarte. Por ti marcaría los pasos en tu acera, para discurrir por donde pisas y notar el peso que se cambia cuando mi mano carga sobre la tuya.

Por ti sería tantas cosas…

                                                                                                            (Escrito hace más de 300 días)

miércoles, 15 de enero de 2014

¿Dónde estás?

A la hora en la que la luz comienza a ser testigo de nuestros actos, me despierto como cada día, enredada entre unas sábanas que parecen querer tenerme de rehén unos minutos más. El agua marcando la línea del ecuador sobre el vaso es el único cómplice que queda de mi noche.
Mis ojos no se terminan de abrir, y mientras me pongo en pie, mi cabeza comienza a dar vueltas. Toca pensar qué ropa le extenderé en la cama para cuando se vaya a trabajar.
Te busco por la habitación, y sigo sin encontrarte como cada día, como cada instante. Desde hace un tiempo, realmente, no sé dónde te metes.
Me marcho a la cocina y mi banda sonora matutina comienza siendo las siete campanadas. En la calle, el sonido de los niños rompe la calma del alba. Van en busca de su pan de cada día, ese que se hace visible en una pizarra antigua. Durante la mañana grabarán su secreto de amor sobre la mesa, y esperarán la campana de las dos para decirle a su princesa: "Hasta mañana".
Yo sigo en la cocina, preparo el desayuno, y el templo de la palabra, la radio, hace las veces de calendario. Dispongo la mesa, lleno mi vaso, e igualmente lleno el tuyo. Hace días que no vienes, que no estás, pero sigo llenando tu copa, y sigo sirviendo tu comida.
Vuelvo a la habitación, y allí sigue tu ropa extendida como una línea serpenteada que simula la estructura de tu cuerpo. Pareciera que tu alma se ha esfumado.
Antes de salir a la calle, vuelvo a buscarte por la casa, y sigo sin encontrarte. De veras, que esto, no se le hace a una mujer…Para después, no dejo preparada ninguna comida. En tu recuerdo tengo mi alimento.
Temo a la calle. Allí todas murmuran. Mis pasos, mis actos,…parecen la exclusiva del día. Y aunque en silencio, sé que proclaman mis hazañas como si fuera un PaperBoy americano del siglo XIX. Prefiero no pararme a pensar.
Solo quiero llegar a casa de nuevo, y seguir buscándote. Hundo tu ropa en mi cara, y recuerdo las noches en las que una tuna hacía las veces de despertador. Los paseos por la orilla que ve al sol más libertario morir a los pies de la Caleta. Casi sesenta años encontrándote, y ahora parece que te has ido.
Por la tarde, plancho tu ropa, y en la cena hasta imagino que charlo contigo. Ya en la cama, noto como haces espacio para que quepamos. Mañana vuelves a trabajar, y prefiero también irme a dormir temprano.

Cuando la luna se esconde, nacerá otro día. Volveré a buscarte en casa. Después en la calle que murmuren. Al fin de cuentas no dicen ninguna mentira…te sigo queriendo como siempre, como las locas.

martes, 14 de enero de 2014

Ego Sum

Pongamos que hablo de mí:

Hoy lo necesito. Hoy necesito escribir, y lo haré sin más motivación que mi necesidad. Es de estos días que llegas a casa y no soportas que te dirijan una palabra. Estaré cansado supongo. No se…hay días en los que uno siente algo y no sabe muy bien qué es.
Hace ya un tiempo, una persona a la cual tengo gran cariño y que no mereció que la última vez que nos vimos me despidiera con un diario “Nos vemos”, me recomendó que comenzara a escribir un diario. Como siempre respondí lo mismo: “Me encantaría pero no puedo”. Por la razón que sea, por más que busco sentirme libre escribiendo, siempre hay algo que me hace no serlo. Será por motivos genéticos, pero la presión me influye demasiado. Además, por aquel tiempo, sinceramente, temía ver mi vida de frente, grabado en un papel. Al fin y al cabo, sentía algo parecido a miedo.
Ha pasado tiempo desde entonces, y aunque no sepa aún muy bien la razón de por qué dejé aquello, lo cierto es que lo dejé. Tampoco sé si deseo volver algún día o no.
Hablaba de hoy. Lo siento, pero cada día cuando vuelvo en bus y la oscuridad hace que no puede ver por dónde voy, miro a la ventana y pienso. Pienso demasiado. Todo el día. Creo que es más fallo que virtud esta otra manía de convertir el hecho de pensar en mi actividad más utilizada. En mi vida todo está demasiado medido. No me permito fallar, y esto es algo que sé que no es bueno. Cuántas veces me dijo aquello de que yo mismo me maltrataba. Lo intento, intento de veras cambiar estas cosas de mí, pero en esa misma psicosis de cambio, tengo miedo de cambiar en demasía y terminar en el otro extremo.
Solo yo me estoy enterando de esto. Hoy quizás sí estoy haciendo lo que me pidieron, escribir. Escribir para soltar lo que en mi cabeza explota y mi boca se calla siempre. Más de uno me ha dicho a veces, que por más que me conoce, más le sigo pareciendo extraño.
A lo que iba. Hoy he llegado a casa. Últimamente tengo la manía de aprovechar los ratos a solas, aunque eso me haga despertarme más tarde y tener menos tiempo para mis responsabilidades. Lo necesito. Necesito sentirme conmigo mismo, o quizás es al contrario, sentirme sin mí.
Soy un ilusionista. Siempre pienso que el futuro me depara lo mejor. Soy pesimista en el diario, pero optimista en el futuro. Todo creo que pasa por algo. Y siempre creo que la vida me debe una cosa buena. Seguramente esto no sirva más que para calmar mí sed de positividad, pero al menos me calma.
No pasan las cosas que quiero. Hay muchas cosas que me gustaría que fueran diferentes. Soy tan ilusionista que me creo que vivo en un mundo aparte. Que pienso cosas que nadie piensa. Y que me pasarán cosas que a nadie le pasará. Realmente, sé que esto no es así. Quizás me pasen cosas increíbles, pero nada que no le haya pasado antes a otra persona. Aunque puede parecerlo, e incluso a alguien se le escapara alguna vez, no estoy loco.
Simplemente escribo esto porque necesito decir algo, como siempre sin decir nada. Solo soltar palabras. Poner el enunciado abstracto de la realidad que solo existe en mi mente.
Amo todo, y nada. Soy un poco así. El más frío en situaciones ardientes, y el más pasional  en los icebergs diarios. Tuve momentos de creerme por encima del mundo, y otros de sentirme sin ni siquiera mundo. He vivido momentos increíbles, de esos que te acercan a las definiciones de lo que son los momentos increíbles. Soy un privilegiado, me lo repito todos los días. Aprendí que lo era. Me queda mucho por aprender, muchas veces que tocar los extremos por los que se mueve la vida. Pero si algo aprendí, es que si quieres, todo puede ser bueno. Hace tiempo me propuse ser mejor cada despertar. No se trata de ser mejor que los demás, sino de ser mejor que tú mismo.
Pasé momentos malos, los paso, aunque pocos. Y de todos ellos casi que ya me obligo a sacar un aprendizaje. De los buenos me cuesta más, estoy en ello. También me dijeron que debía disfrutar las cosas buenas. Me dijeron que celebrara hasta lo más mínimo que me produjese felicidad. Reconozco que me cuesta, pero que lo intento.
No pertenezco a esa parte de la población, cada vez más abundante, que presume de las cosas malas que le pasan. Cuelgan en una red social todos sus males para convertirse en mártires de nadie. Nadie en una red social hecha cuenta a nadie. Lo que te pase a ti, a ti te pasa. En la vida ocurre algo parecido, aunque no me permito caer en eso. No apoyo la individualidad. Tampoco soy de compartir todo. Hay momentos conjuntos, pero hay momentos de soledad. La soledad no tiene por qué ser mala. Hay momentos de soledad increíbles. Pero este mundo hace su propio diccionario de los términos. Yo, como soy rarito, tengo mi propio diccionario, o quizás no tenga ninguno.
Raro, sí, es una de las palabras que más utilizan los demás para describirme en muchas ocasiones. No me gusta, lo reconozco. No me hace sentir bien. Tampoco me crea un trauma. Simplemente pienso, soy yo. ¿Por qué tengo que ser raro? La gente llama raro a quién no hace las mismas cosas que los demás. Cada día tengo más claro que estoy en el camino. Tengo muchas cosas que mejorar y cambiar, pero no me avergüenzo de como soy. Si me llaman raro, pues perfecto, ellos serán muy guay.
No soy personal fácil. Como dije antes, soy de todo y de nada. Tengo de casi todo, y en la mayoría de momentos, no me muestro de casi nada. Soy muy maniático. No entiendo a la gente, aunque pueda envidiar algunas de estas cosas, que va por la vida sin pensar en las consecuencias de sus actos. Personas que no ven más allá de sus fines. Me cuesta entender algunas cosas. Y me siguen sorprendiendo otras.
Hoy me cerebelo me está dictando lo que más me gusta, escribir sin pensar. Es lo que busco con ello.
Hace no mucho tiempo, me pasó algo que creo que en el fondo me gusta. En el autobús comencé a hablar de convicciones propias. El tema era el amor. No escondo lo que dije. Comencé diciendo que lo más maravilloso que hay en el mundo es la mujer. Y que lo más importante de la vida es el amor. Por amor estoy escribiendo ahora mismo. Por amor existe quién creó este ordenador. Es decir, por amor existe la vida. Todo se mueve en torno a este sentimiento. Quiénes me oían decir esto, creo que se estaban riendo de mí. Ellos no se daban cuenta de que yo me estaba dando cuenta. Pero es que me daba igual. Me cuesta tanto hablar de mis cosas, que cuando me pongo en ello, hablo con tanto gusto que me daba igual que se rían de mí, como si escucharan a un loco.

Bueno, en definitiva. Hay tantas cosas que pudiera decir. Lo sé, he escrito mucho y no he dicho nada. Me sigo moviendo en esa disputa entre querer decirlo y no poder, o no querer. En resumen, que sigo descubriendo a diario como soy y como quiero ser. Y ese es mi fin, ser cada día cada momento lo que quiero ser. Además, tengo la gran fortuna (gracias a la persona que pienso que hizo que me diera cuenta) de que soy como quiero ser.

lunes, 13 de enero de 2014

Para que olvides olvidarlo

Era una tarde de primavera, de esas primeras de mayo donde las noches llegan casi sin querer, donde el sol alarga su turno de guardia. Como cada día desde hacía varias tardes, allí estaban los dos, sentados en aquel banco. Ninguno de los dos había visto nunca más de dieciséis abriles. Ella lucía los tradicionales calcetines blancos que su madre le compraba. Él enfrentaba los tiempos y ya disponía de unos vaqueros. Aquel banco suponía la libertad, en aquellos años donde los únicos rescoldos libertarios se esfumaban entre el humo de quiénes soñaban otro futuro.
El entramado de aquel banco recogía un corazón pintado con tiza, como si se tratara de una señal de reservado solo para ellos dos. Nunca encerraron su amor en un puente veneciano, ni se declararon entre copas de líquido de oro. Ellos solo tuvieron aquel banco, el más íntimo testigo de su primer beso.
Pasaron los años, y él comenzaba a dudar si su boca servía para algo más que para comerla a besos. Ambos se provocaban el lado más perverso, y en las esquinas más recónditas de la ciudad aún resuenan los suspiros de sus te quiero. En cada calle fabricaron el beso más prohibido. Ella le fue entregando su juventud en cada despertar, mientras que jamás se vieron caricias más sinceras en la oscuridad de la sala de La Florida.
Trasnocharon tantas noches que a ella, por tanto recuerdo acumulado, se le abrió un orificio invisible por el que, poco a poco, comenzaron a depurarse todos sus recuerdos. Cuarenta años contaba la inscripción de aquel banco que vio surgir aquel amor. Ella no recordaría jamás los besos en la oscuridad del cine Florida, ni los despertares entre llantos de productos de amor.
Desde aquel momento, él a los pies de la cama le cuenta cada noche su historia de amor. Un cuento de cincuenta capítulos.
Después de un largo día donde el sillón sostiene el peso de los recuerdos caídos, dónde las paredes de la casa acumulan, una y otra vez, las mismas preguntas y respuestas. Ella, en pijama y batín, cubierta por la sábana que hace las veces de infantería defensora, escucha atentamente una historia de amor, sin saber que es la suya. Él, pisa la frontera de los ochenta, y no cede en su empeño de cada noche. El cuento de cada día termina siempre con la promesa de que nunca faltara a esa cita con ella. Recordarle a su mujer su historia de amor se convirtió en la cita diaria de ambos. Él cuenta que es la historia de amor más increíble que se puede tener. Cada noche vuelve a fabricar su amor, un amor que solo dura el tiempo que tardan las hojas memoriales en pasar hasta que la pasta del libro golpea en la mente. Él consigue hacer de cada noche su primera y última vez mientras rescata de su mirada trocitos de su vida.
Antes de apagar la luz de la mesita y de marcharse a dormir, siempre se despide de ella con la misma frase: “Que se olvide el olvido de borrar nuestro amor”.

Ahora, cariño, espero que hayas tenido un momento de lucidez, y hayas descubierto que quién cuenta esta historia soy yo, el que a los pies de tu cama, cuando la luna decide salir, se pone el reto de ser la memoria de los dos. Y es que no tengo vida para agradecerte. Que sepas que cada noche volveré aquí, aunque no sepas quién soy, aunque no sepas qué pasó ni que es lo que te cuento. Cada noche volveré para revivir nuestra historia, para mantener encendida esta llama que una enfermedad quiere apagar. Y no sufras si ves que mis manos tiemblan mientras hablo, aunque puedas pensar que es Parkinson, yo prefiero pensar que es la prueba de que nuestro amor sigue vivo, y es que sigo temblando delante de ti, como la primera vez, como en el aquel banco. Volveré mañana, y siempre, para construir nuestra primera vez. Para vivir contigo ese beso de buenas noches por el que valga morir.

domingo, 12 de enero de 2014

Se fue sin querer...o lo que quería

Sé que quizás llegue demasiado tarde, imagino que estarás sentada sobre la maleta para meter bajo presión tus toneladas de ropa. Estarás estresada y esbozando esa media sonrisa mientras te muerdes el labio inferior…lo siento son demasiadas mañanas viéndote con el mismo gesto. Supongo que te sorprenderán mis palabras, tranquila, no es un intento de reconquista a última hora, todas mis estrategias las gasté contigo.
Te escribo para decirte que junto a esa maleta que irá pidiendo auxilio durante el viaje, vas tú, la chica que hizo que mis te quiero, al menos, parecieran veraces. No voy a decirte que serás una más en mi vida, porque mentiría. Como he dicho, esto no es un intento suicida de última hora, no soy como esos porteros que suben a rematar el córner en el último momento. Desgraciadamente, tú y yo, ya no somos más que el recuerdo de lo que un día fuimos. Tú con esas ganas de vida que desprendes, y yo con esa nostalgia bohemia que siempre me dio el punto de locura. Solo vengo a dejarte un recuerdo, por si no volvemos a hablar. A continuación te dejo una reflexión que escribí pocos días después de que me dijeras que tú y yo, ya no éramos más que el recuerdo de lo que un día fuimos… ¡Ah! Por cierto…Te quiero.

Decía Calderón que la vida es un frenesí, y se preguntara la gente, ¿qué es un frenesí?, frenesí es exaltar una pasión o un sentimiento. Y es que la vida sin pasiones no sería nada, ¿qué sería de la vida sin amar a algo?, queremos a un equipo, a una mascota, a un amigo, a un familiar, y sobre todo a una persona, la vida no se entiende igual sabiendo lo que es querer a alguien o no, el notar como te enamoras de una persona, de alguien que apenas conocías y que de la noche a la mañana se ha convertido en esa persona en la que piensas cada noche antes de dormirte, en esa persona con lo cual sueñas tener a tu lado algún día, pero también esa persona que no quieres tenerla por las noches en tus sueños para no tener el sabor amargo de despertarte y saber que como también dijo Calderón, ¨Los sueños, sueños son¨.
Aun así, sueñes o no con esa persona, una vez que te has enamorado no hay vuelta atrás. Jorge Bucay dice que podemos dar lastima a una persona, podemos hacer que se enfade,...pero no podemos hacer que se enamore de nosotros, porque ni siquiera eso depende de esa persona; y es que no podemos elegir de quien nos enamoramos, ni donde ni cuando, ese botoncito de dentro se aprieta en cualquier momento de manera involuntaria, y a partir de ahí tu vida se convierte en locura, y aunque haya días en los que digamos como Sabina ¨Estos ojos no lloran más por ti¨, siempre hay otra ocasión en la que no puedes contener la impotencia de querer a alguien y no poderlo tener. 
Alejandro Sanz dijo una vez, ¨Que el amor es aquello de lo que todo el mundo habla y nadie sabe lo que es¨, y yo digo que es cierto, nadie sabe lo que es el amor, y cuando nos los preguntan no hay una respuesta unánime, algunos dirán que es algo muy bonito, otros que es algo que no se puede explicar,…Y miles de definiciones más que sonaran muy comunes, el maestro Sabina dijo muchas definiciones, entre ellas que el amor es una mentira fantástica, yo digo que el amor es fantástico pero no es mentira. Quizás yo tampoco sepa realmente lo que es el amor, no soy Sabina ni Sanz para definirlo, pero para mí el amor son detalles, momentos, gestos,...todas aquellas cosas de las que te acuerdas cuando el amor ya no existe, cuando uno de esos ciegos que juega a hacerse daño, ya se lo ha hecho, y esto sí que lo dice Sabina. El amor es la primera vez que sientes nervios cerca de alguien, el clic que suena dentro de ti cuando te dicen te quiero por primera vez, ese primer beso, ese primer abrazo, esa primera vez en que te coges de su mano, ese primer abrazo con un amigo que te felicita,...son múltiples sensaciones que te hacen creer que el mundo está entre tus manos. Todo se arregla más fácil, todo es menor y quedo en un segundo plano cuando ella te dice que no pasa nada, y tú te lo crees aun sabiendo que nada ha cambiado, pero los problemas se hacen menos problemas.
Pero Sabina dijo de todo, y también dijo ¨Que lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos¨, y es la realidad, tu sabes perfectamente, lo notas, cuando algo acaba para siempre, o cuando algo puede tener una segunda parte. Todo tiene un final, y puedes decir mil veces, ¨ que me quiten lo bailao¨, puedes buscar culpables, puedes pasar mil noches pensando en que fallaste, pero ninguna de esas será respuesta, porque ni siquiera esa persona ha decidido por si sola cuando dejar de amarte. A partir de aquí puedes olvidarte de ella buscando sustitutas, que solo te harán ver que no hay nadie como ella, o puedes recordar lo que viviste con gran nostalgia, y lo que te quedo por vivir con tristeza. Tu sabes que ya nada volverá a ser como antes, ya no hablaras con ella como antes, ya no la miraras como antes, porque ni siquiera la miraras para no acordarte, ya no volverán esas tardes ni esos besos, ya no te quitaras el maquillaje de tus labios antes de entrar en casa, ni olerás como ella, ni esconderás lo que te ha regalado para que tus padres no lo vean, atrás quedaran besos, atrás quedara el mirar el móvil para ver si te ha llamado, atrás quedaran tardes, noches y días, sueños y pensamientos, y es que si pensamos que la vida es un frenesí, y el mayor frenesí es el amor, cuando no hay amor...no hay vida.